’90 minutos de libertad’: relatos de una goleada a la desesperanza

Por Santiago Valencia Giraldo

’90 minutos de Libertad’ es un libro del periodista colombiano Ricardo Henao Calderón, quien acumula 35 años de carrera entre medios radiales y televisivos, publicado por la Editorial Planeta en agosto de 2016, solo cerca de un mes antes de que el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc firmarán, en Cartagena, el acuerdo de paz que puso fin a un enfrentamiento armado que se desarrolló durante más de 50 años. 

En él, el ya mencionado periodista deja en evidencia, haciendo uso de relatos testimoniales, cómo fue la relación o cercanía de cinco ex secuestrados por las Farc: Luis Arturo Arcia, Luis Mendieta, Jorge Trujillo, Alan Jara y Óscar Tulio Lizcano -cada uno de ellos con un capítulo aparte dentro del libro- con el fútbol durante su época de cautiverio en las selvas del país y la importancia que este cobró para ellos en medio de la privación de su libertad.

El prólogo, escrito por Hernán Peláez, da un buen presagio del libro y es muy acorde a la temática que el mismo aborda, pues, entre otras cosas, le da desde el comienzo un lugar muy importante a la radio y, como no podía ser de otra forma, al fútbol. Además, Peláez, dejando en evidencia su experiencia en el periodismo, recurre a símiles muy interesantes para que el lector comprenda, de mejor manera, de qué tratará el libro y cómo el autor abordará la narración de cada uno de los cinco capítulos.

Posteriormente, la introducción comienza a subir las emociones del lector y a captar su atención con una anécdota que resulta familiarizante con el fútbol al incluir lo que es, de alguna manera, el relato de un «grito de gol». Lo anterior, eso sí, sin dejar a un lado el otro tema del libro: el secuestro, por demás también -aunque negativo- emotivo, lo que se convierte finalmente en una muy buena mezcla y/o complemento de dos sentimientos, aunque esto pueda percibirse como algo paradójico, totalmente contrariados.

La emotividad, presente como ya mencioné desde el prólogo, continúa a partir del primer capítulo de la obra, desde el título del mismo: ‘Santa Fe, la pasión de Arcia‘, hasta su desarrollo, pues durante él, el autor acude a varias frases que despiertan en el lector sentimientos que lo llevan incluso a hacer una pausa para reflexionar y, porqué no, de algún modo, vivir más de cerca lo que en su momento pasaron los secuestrados, generando una especial afinidad con el ex secuestrado Luis Arturo Arcia. «(…) Secuestraron su cuerpo, pero no su pasión«, es un ejemplo de esas frases a las que hago alusión.

Y aunque durante breves momentos de este capítulo perdí un poco la concentración en la vivencia de lo relatado, debido a algunos términos utilizados por el autor (paroxismo, por ejemplo), que a mi parecer resultan complicados de comprender para un lector, digamos promedio, que podría interesarse fácilmente en el libro, también hay que ser conciente de que quien lee debe darse a la tarea de consultar los significados de los conceptos que le resulten desconocidos, para comprender más lo narrado y así, sumado a ello, se pueda cumplir de alguna forma con uno de los objetivos de la lectura: aumentar el léxico del lector.

De allí hasta el final del libro, incluído el epílogo a cargo del periodista Herbin Hoyos Medina -líder del programa radial ‘Las Voces del Secuestro’-, el detalle, la descripción basada en los testimonios y las emociones y/o los sentimientos siguen jugando un factor clave para hacer ameno casi cada uno de los relatos dentro de los cuales es muy común encontrarse con frases cargadas de un significado aún más especial que el de otras.

Por lo anterior, es que frases como «civilizaron un sitio que parecía hecho para animales» y el hecho, narrado, de que en la selva «el fútbol hizo el milagro de cambiar la dialéctica de la hoz y el martillo por discusiones sobre un penalty (…)», permiten comprender y vivir más de cerca lo que experimentó cada uno de los ex secuestrados y cómo el fútbol -junto con la radio- se convirtió para ellos en una vía de escape a su infortunio, hasta el punto de llegar, incluso, a aprender «a ver fútbol por radio«.

A lo largo del libro solo hubo un momento donde se perdió, a mi parecer, la tan notoria carga emotiva que contiene el texto y por esto creo que quizás los capítulos pudieron haberse organizado de una mejor manera. No obstante, algo que vale la pena resaltar, es que, aunque de alguna manera van relacionados, los capítulos podrían vivirse, fácilmente, en un orden a juicio del lector y el mensaje seguirá siendo el mismo.

«El fútbol no es cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso», reza una popular frase del ex técnico inglés Bill Shankly, quien dirigiera con creces al Liverpool, por allá en la década de los sesenta. Y aunque en algunos pasajes del libro el fútbol puede ser visto, de alguna manera y por encima, como un mero entretenimiento para quienes protagonizan la obra (los ex secuestrados), yendo un poco más allá y, retiero, gracias a las descripciones del autor, no resulta muy complicado valorar lo que significaron en su momento, en las selvas colombianas, un gol, conocer el nombre de un jugador, una camiseta y un escudo, un color y mucho más todavía, un radio, cosas para muchos -incluidos en ocasiones los futboleros-, tan sencillas, pues todo eso permitió a los ex secuestrados gozar, en reiteradas ocasiones y en medio de dolosas condiciones, de ’90 minutos de libertad’.

Puntuación: ⭐⭐⭐⭐☆ (4/5).

M19 vs. Gobierno Nacional, el partido que costó muchas vidas

palacio

Por: Sebastián Valencia Giraldo.

Para iniciar esta columna quiero escribir aprovechando la fecha sobre un hecho que para nuestro país es muy fuerte, pero que como enseño alguna vez un refrán “país que no conoce su historia, está condenado a repetirla”  es necesario conocer y saber cómo el deporte rey se usó como pantalla de humo.

Hace 30 años, un 6 de noviembre, el M-19 se tomaba militarmente el Palacio de Justicia, como contra respuesta las fuerzas militares buscaban y planeaban volver a tomarlo por la fuerza y las armas. Lo que no saben es que el estado en mano de sus fuerzas militares desaparecía a miles de personas en el proceso, asesinaron indiscriminadamente a personas civiles o guerrilleros que al final de cuentas son personas.

Hablo en esta columna de este tema porque, lamentablemente el futbol fue usado en esta oportunidad como cortina de humo para ocultar este problema. Esta vez la oportunidad para Millonarios y Unión Magdalena.

En esta época, el encargado de administrar el país era el presidente Belisario Betancourt y como ministra de comunicaciones estaba Noemí Sanín.

Cuando el equipo capitalino marcó el segundo gol en fuera de lugar,  en el Campín no se escuchó ni un grito, solo habían cinco mil espectadores , antes de esto los respectivos entrenadores de estos dos equipos se encontraban dando sus respectivas charlas y hasta allí se escucharon los primero cañonazos, hecho que llevo a Eduardo Retat a encender rápidamente su televisor y ordenar a sus jugadores seguir las noticias por radio. A la vez, en el otro camerino se encontraba Eduardo Lujan, que en ese entonces realizaba labores de Entrenamiento al equipo Millonarios, estos hechos le trajeron a su mente las imágenes de la dictadura que sufrió su país, Argentina.

Ambos entrenadores tenían claro que este hecho,  que dejaría 17 magistrados y 46 civiles muertos y muchos desaparecidos, sería la verdadera importancia de los colombianos y no el partido, lamentablemente el gobierno tenía otra idea y la fiesta del futbol tenía que seguir, convirtiendo a este lindo deporte en una manera de manipulación para el país.

Durante el partido muchos de los jugadores de ambos equipos visitaban frecuentemente la pista atlética, donde se había puesto un radio de transistores con el fin de saber que ocurría en el palacio de justicia, ese partido lo perdió el equipo Unión Magdalena pero el entrenador Retat no regañó a nadie y no lo desvelaba el haber perdido el partido sino más bien los rostros y ruidos de fuertes explosiones que durante el viaje al hotel vio y escucho.